Un mes antes de morir, mi papá y yo nos dimos “un agarrón” de aquellos (es decir, un súper pleito). Lloré, nos gritamos y todo terminó con una frase que nunca pensé escuchar de su boca.
Yo siento que mi papá sabía que se iba a ir.
Había terminado un gran pendiente que tenía (“su archivo”) y aunque tenía el deseo de ayudar a muchos perritos de la calle, no tenía grandes preocupaciones. Al menos eso creo yo.
La cosa es que mi papá mantuvo una relación con una señora por 10 años; yo tengo la teoría que esta señora era “de la vida alegre”, osea prostituta, y que mi papá la sacó “del mercado”.
Acepto que lo cuido 10 años y en honor a la verdad yo sí le estaba muy agradecida.
Digo estaba –del verbo ya no– porque mi papá no estaba ni frío cuando mostró “sus verdaderos colores”, es decir, su verdadera personalidad: interesada, víctima y manipuladora.
EL ÚLTIMO PLEITO
Más o menos un mes antes de que mi papá falleciera me llamó por teléfono para platicar. Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando de mi renta (que me la acababan de subir) y del departamento donde él vivía.
“Este departamento se lo va a quedar Margarita”, me dijo, “así está en el testamento y no lo voy a cambiar”.
“¡Cámbialo, pa! Déjamelo a mí, ándale”, le dije como entre broma y broma.
– No, es para Margarita.
– Pero ya le construiste una casa, ya le compraste una camioneta de $500,000 pesos, se va a quedar tu pensión; a mí ni me has construido una casa ni me has comprado una camioneta y no me vas a dejar tu pensión. ¡Entonces apóyame! Déjamelo a mí.
– No, es para Margarita. A ti te va a apoyar tu hermano con lo que salga del negocio familiar.
Ahí ya la cosa se puso tensa y empecé a llorar de frustración.
– ¿Por qué eres tan necio? ¡Déjamelo a mí! ¿Qué no ves todo lo que a mí me ayudaría? Ella lo va a vender porque ya le hiciste una casa de 3 pisos y una pared de $35,000 pesos de mármol, como quiso la graaan fan de la serie de narcos (porque de ahí sacó la idea).
– Ya te dije que no, ese departamento es de Margarita.
– ¿Por qué?, le grité entre lágrimas.
– Porque me da ternura.
– ¿Y yo no te doy ternura?
– No, tú no me das ternura.
ME QUEDÉ HELADA
“Tú no me das ternura” es una frase que jamás –nunca– pensé escuchar en boca de mi papá. Principalmente porque durante su vida me la dijo innumerables veces.
Por ejemplo, cuando me veían la cara y luego me daba cuenta, o cuando no sabía algún dato que se daba por hecho que ya supiera (como a los 32, que todavía no sabía que los dientes eran hueso, jijijiji, ¡cómo nos reímos de mi ignorancia); por muchas cosas a lo largo de mi vida, con ojos de amor o entre risas, me decía “Ay, hijita, me das mucha ternura”.
Pero esta vez fue diferente, y cómo me dolió.
Pocos días después de esta llamada del terror le dio un infarto, el quinto de su vida, y como le daba miedo ir al hospital por aquello del virus pandémico, para cuando lo llevó mi hermano ya no hubo nada que hacer. Se murió al poco tiempo de que lo recibieron entre muchas jetas porque las enfermeras creían que era Covid.
La cosa es que a mí se me quedó la espinita. ¿Por qué mi papá me dijo que yo no lo daba ternura y Margarita sí?
Aquí quiero mencionar que la tal Margarita le cambió la chapa al departamento de mi papá ese mismo día que murió; nos escondió su celular, se robó su carro, los centenarios que tenía para mi hermano y para mí, un iPhone 6 que yo le había regalado, toda la ropa (incluyendo algunos sacos muy finos). Por si fuera poco, tiró todo el archivo a la basura, incluyendo las cajas de mi hermano y mía (yo estoy segura que eso sí le dolió a mi papá porque le tomó 30 años ponerlo en orden). También tiró todos sus libros, por lo cual mi tío la quiere demandar, pero no sé si proceda.
Una desgraciada la pinche Margarita.
De hecho, no había ni terminado bien el velorio cuando entre risas dijo: “Ay, ya quiero que me llegue mi pensión. ¿Qué voy a hacer con ese dinero? Mmmm, todavía no sé”.
Cínica.
No sé si la odio (porque no es como que pienso en ella todos los días), pero no la quiero nada nadita.
¡Ah! Por poco lo olvido.
Cuando mi hermano me avisó que había fallecido mi papá, le llamé a ella como a las 3 horas para que me contara bien cómo había estado todo el asunto.
– ¿Sabes si recibió mi mensaje?, le pregunté, porque yo sí sabía que se sentía mal y le había mandado un WhatsApp de “Papá, por favor ve al doctor”.
– No sé si lo recibió, pero se quedó esperando tu llamada. ¡Se quedó esperando tu llamada!, ¿por qué no lo llamaste?, me dijo llorando.
Una vez que recuperé el celular de mi papá, me di cuenta no sólo que había leído mi mensaje, sino que me lo había contestado pero no le había puesto "Send". Ahí decía que sí iría al hospital, pero el lunes: “En fin de semana no voy ni loco porque hay puro internista practicando”.
Siento que Dios me ayudó a no quedarme con esa culpa de “¿Por qué no le llamé?”, pero también confié en que yo conocía a mi papá, y mi papá nunca era de “Voy a esperar a que esta persona me lea la mente y haga lo que yo quiero”, ¡al contrario! Mi papá siempre decía: “Mijita, ¡habla! Di lo que quieres. Acuérdate que al que no habla, Dios no lo oye”.
UNA FRASE EMPODERADORA, AFTER ALL
Muchas vueltas le he dado a esa pinche frase: “Tú no me das ternura”.
Me tardé algunos meses, pero lo logré. Dejé de verla como una frase cruel para verla como lo que es: una frase empoderadora, llena de amor.
Cuando mi papá me dijo “Tú no me das lástima”, lo que yo siento que en realidad me quiso decir (sin usar esas palabras) fue:
· Tú estudiaste, ella no
· Tú tienes trabajo, ella no
· Tú tienes muchas relaciones, ella no
· Tú tienes muchos recursos materiales y emocionales para salir adelante, ella no
· Tú eres muy creativa, ella no
· Tú estás bonita y joven, ella no
· Tú tienes a un hermano que te apoya, ella no (es un borrachote)
· Tú tienes una mamá trabajadora, ella no (la mamá es igual de huevona que ella)
· Tú tienes forma de comprarte un departamento, ella no
· Tú no te crees víctima de la vida, ella sí
(Aquí sólo quiero platicarte que ella tiene apenas 7 años más que yo y una vez cuando le preguntamos mi hermano y yo que por qué no conseguía un trabajo –en la pandemia, que a mi papá le obligaron a cerrar el negocio– nos dijo "Yo no sé trabajar, nunca he trabajado". Osea no pinches mames, ¿entonces cómo viviste 30 y tantos años de tu vida? De ahí mi teoría de que era prostituta –con 2 hijos, eso sí).
La cosa es que cuando mis finanzas andan bajas, pienso “Tú no me das ternura”, y te lo juro que se me viene a la cabeza una idea para generar dinero.
Cuando ya no sé qué hacer con tantos pendientes que tengo, escucho su voz “Tú no me das ternura”, y me organizo para sacarlos adelante.
Me da gusto que una frase que pudo hacer destruido o mermado la relación increíble que teníamos, más bien encontré la forma de volverla empoderadora a mi favor.
No sé si mi papá sepa, pero esa frase me ayudó a salir del papel de la pobrecita mujer víctima a la que tienen que mantener.
La verdad a veces sí me gustaría tener un novio que me mantuviera y yo trabajar por hobbie, pero no es así, y ni modo. Y a veces sí pienso en buscar un millonario que me pague todo, pero me da flojera el trámite y en ese sentido parezco perrito traumado jejeje He vivido tan malas experiencias con los “mirreyes” que la neta ya ni se me antojan.
Espero con el corazón que si alguna vez alguien que querías con el alma te dijo algo que te lastimó, encuentres la manera de darle la vuelta y ver el verdadero sentido en el que te lo dijo. Porque no sólo es útil, sino que conscientemente creo que es verdad, pero es muy salvaje decirlo tal cual, entonces la gente encuentra maneras "disfrazadas" de decirlo, más sutiles digamos, aunque sean más dolorosas en ese momento.
Lo comparto no para balconearme, sino porque como siempre me decía mi papá: “Si compartes tu experiencia para que a la gente le sea útil, adelante”.
Así que espero que te sea útil.
Gracias por leer hasta acá.
pd. dependiendo de mi situación emocional, también me gusta pensar en otra frase muy linda y excepcional que me dijo mi papá, pero esa te la comparto en otro post.
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